Los administradores judiciales de Martinsa-Fadesa, en suspensión de pagos desde el pasado mes de julio, han fijado ya el sueldo que cobrará al mes Fernando Martín, el presidente de la inmobiliaria en quiebra. Según publica el diario económico Cinco Días, su salario será de 75.000 euros ¡al mes! La brillante gestión de este empresario acabó en concurso de acreedores al acumular una deuda superior a los 7000 millones de euros, con unos bienes valorados en sólo 243 millones de euros. Con esos datos consiguió el triste récord de ser la primera gran inmobiliaria europea en caer arrastrada por los vientos de la crisis, es verdad, pero también por los precarios cimientos del imperio.
El salario se fija en virtud de uno de los artículos de la Ley Concursal que establece el «derecho a alimentos del deudor», y el informe de los administradores considera «prudente» la cantidad establecida. No tengo ninguna duda de que la medida es perfectamente legal y la cantidad se ajusta a modelos tasados por la norma, pero en esta época en la que todos los parámetros han saltado por los aires a la baja, no hay que pisar en exceso el terreno de la demagogia para considerar el salario del quebrado como una auténtica indecencia.
Salvo el espejo de su nómina anterior, la fijada en época de bonanza, ningún otro resiste la comparación. El sueldo duplica con creces el fijado por el presidente Obama para los ejecutivos de empresas americanas que han sido intervenidas por su gobierno, triplica el que cobran el propio presidente de EE.UU. o la canciller alemana Angela Merkel, quintuplica el del primer ministro británico, y multiplica por diez lo que cobra al mes el presidente Zapatero.
En fin, para miles de empresarios que han tenido que echar el cierre en sus negocios y para 3.327.801 conciudadanos que ahora están en paro, entre ellos algunos cientos de ex trabajadores de la inmobiliaria en suspensión de pagos, el vértigo de la indignación debe de ser monumental. Y para el común de los mortales la cosa es sencillamente incomprensible.
Si quien es paradigma de uno de los modelos de crecimiento que nos han llevado a donde estamos recibe por ley una compensación así, es más que evidente que algunas reglas del juego tienen que cambiar.