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Crisis china estados unidos
últimas noticias sobre las tensiones entre estados unidos y china
Después de más de tres años sin diálogos estratégicos formales de alto nivel, Washington y Pekín están empezando a hablar de nuevo. Altos funcionarios de política exterior de Estados Unidos y China se reunieron en Alaska en marzo de 2021, representantes de política climática se reunieron en Shangai en abril, representantes de política comercial y económica han hablado por teléfono en múltiples ocasiones a lo largo del verano, y diplomáticos de nivel adjunto concluyeron su primera reunión en la ciudad china de Tianjin el mes pasado. La Casa Blanca ha subrayado que no busca el diálogo con Pekín por sí mismo, sino para «establecer las condiciones para una gestión responsable de la relación entre Estados Unidos y China». Sin embargo, a pesar de estos avances, Pekín parece hasta ahora reticente a reabrir la única forma de diálogo que quizás sea la más propicia para gestionar un incidente militar: los canales de comunicación de crisis.
A medida que aumentan las tensiones entre los dos países y se hacen más frecuentes las maniobras militares en el Estrecho de Taiwán y en el Mar de la China Meridional, existe una necesidad apremiante de establecer canales de comunicación de crisis más sólidos y eficaces. Sin mecanismos para desactivar una posible crisis, Estados Unidos y China corren un mayor riesgo de que una colisión militar involuntaria o un incidente inseguro se conviertan en un conflicto a gran escala.
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Carnegie Moscow Center18.10.2021El impacto de la rivalidad sino-estadounidense en las relaciones de Rusia con China Soldados de China participan en la competición de aguas abiertas para puentes de pontones como parte de los VI Juegos Internacionales del Ejército 2020 en la ciudad de Murom, Rusia. Foto: EPA/MAXIM SHIPENKOV/TASSSuscríbase para recibir más información de Carnegie.ruSi le ha gustado leer esto, suscríbase para recibir más.
Por el momento, Moscú sigue ampliando y ampliando cuidadosamente sus relaciones con Pekín, incluso mientras gestiona su propia confrontación en curso con Estados Unidos. Ponerse del lado de Washington contra Pekín sería un acto de locura estratégica: convertir a China en un adversario tendría consecuencias estratégicas mucho peores para Rusia que seguir enfrentándose a Estados Unidos y a todos sus aliados. Ponerse del lado de Pekín contra Washington en tiempos de paz supondría ceder una gran parte de la soberanía estratégica de Rusia y dejar el destino del país pendiente del resultado de una rivalidad entre otras potencias.
Varios acontecimientos importantes ocurridos en 2021 -la fundación de AUKUS, una nueva alianza liderada por Estados Unidos que apunta a China; el resurgimiento de la Cuádruple como un pacto político-económico-tecnológico diseñado por Estados Unidos que incluye a la India; y la precipitada retirada militar de Estados Unidos de Afganistán- merecen un análisis más detallado en cuanto a la forma en que podrían afectar a la estrategia de Rusia con respecto a la intensificación de la rivalidad sino-estadounidense.
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En los dos últimos años, los responsables políticos y los analistas estadounidenses han establecido dos marcos principales alternativos para la gestión de las relaciones entre Estados Unidos y China en las próximas décadas. Uno de ellos es una estrategia de contención omnidireccional, que busca confrontar y constreñir a China, limitando su capacidad de expansión en los ámbitos militar, tecnológico, económico, de desarrollo, normativo y multilateral; socavando la legitimidad de sus modelos económicos y de gobernanza; y tratando de frenar los avances diplomáticos de China. Aunque este enfoque es coherente, también conlleva costes y riesgos. Podría limitar la aceptación de aliados y socios clave, inhibir la coordinación calibrada entre Estados Unidos y China en la provisión de bienes públicos globales críticos y disminuir la capacidad de ambas grandes potencias para gestionar las tensiones. Como alternativa, algunas voces en Estados Unidos han abogado por volver a una variación del statu quo anterior a la administración Trump, donde se prioriza un esfuerzo para asegurar la cooperación en cuestiones globales como el cambio climático junto con los esfuerzos para ampliar el acceso al mercado chino.
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Misión diplomáticaEmbajada de China, Washington, D.C.Embajada de Estados Unidos, PekínEnviadoEmbajador de China en Estados Unidos Qin GangEmbajador de Estados Unidos en China David Meale (encargado de asuntos)
La relación entre la República Popular China y los Estados Unidos de América ha sido compleja desde 1949. Después de 1980, los lazos económicos crecieron rápidamente. Se trata de una relación de estrechos lazos económicos, así como de rivalidad hegemónica en Asia-Pacífico[2]. Ha sido descrita por líderes mundiales y académicos como la relación bilateral más importante del siglo XXI[3][4].
A partir de 2021 [actualización], Estados Unidos tiene la mayor economía del mundo y China la segunda, aunque China tiene un PIB mayor si se mide por la PPA[5]. Históricamente, las relaciones entre los dos países han sido generalmente estables, con algunos períodos de conflicto abierto, sobre todo durante la Guerra de Corea y la Guerra de Vietnam. En la actualidad, Estados Unidos y China tienen intereses políticos, económicos y de seguridad mutuos, como la no proliferación de armas nucleares, pero existen preocupaciones no resueltas relacionadas con el papel de la democracia en el gobierno de China y los derechos humanos en este país. China es el segundo mayor acreedor extranjero de Estados Unidos, después de Japón[6]. Los dos países siguen en disputa por cuestiones territoriales en el Mar de la China Meridional;[7] China reclama la soberanía sobre prácticamente todo el Mar de la China Meridional, mientras que Estados Unidos lo considera aguas internacionales y reclama el derecho de sus buques y aviones de guerra a realizar operaciones en la zona[8][9].