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El Palacio de Xifré es un palacio madrileño ya desaparecido que se encontraba en el Paseo del Prado, en la esquina de la calle de Lope de Vega, frente al Museo del Prado. Era uno de los mejores ejemplos de arquitectura neomudéjar de Madrid y uno de los palacios que la élite financiera española de la segunda mitad del siglo XIX hizo construir en los paseos del Prado, Recoletos y la Castellana.
En el siglo XIX era en Madrid el llamado «Barrio de los Banqueros» situado en la zona de los paseos del Prado y Recoletos, la Plaza de Cibeles y las calles adyacentes. Era en esta parte de la ciudad donde residían las familias más adineradas.
El Palacio, una pequeña imitación de la Alhambra de Granada, fue construido por el empresario catalán José Xifré Downing entre 1862 y 1865. Josep Xifré Downing era heredero de una gran fortuna gracias a su padre catalán, Josep Xifré i Casas, que poseía múltiples negocios en Cuba, Estados Unidos y Europa. El hijo conoció al arquitecto José Contreras, entonces restaurador de la Alhambra. Contreras, fue un pionero de la arquitectura neo-andalusí y antes de iniciar la construcción del Palacio, recibió una beca de seis meses de Xifré para estudiar la incorporación de las decoraciones de la Alhambra en su futuro Palacio. En 1857, el financiero compró al Duque de Medinaceli nueve solares situados entre la calle Lope de Vega y Trajineros (actual Paseo del Prado). La zona había comenzado a instalar a los miembros de la élite madrileña. Las obras se desarrollaron entre 1858 y 1862[1].
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El primer paso en el diseño de cualquier sistema de codificación de tipo se basa en el reconocimiento de un patrón, es decir, en la definición de una regla (o ley). En realidad, el acontecimiento que ha marcado la diferencia entre la prehistoria y la historia fue el acto de codificar físicamente (unas líneas y un espacio en unas tablillas de barro seco) de forma convencional (entendida como socialmente acordada y conocida), en lo que ahora se definirá como escritura. Se cree que la captación de significados y de la memoria a través del código se inició a través de la oposición: sonido y silencio, «esto es» mientras que «esto no es», línea o espacio; verdad o falsedad, blanco o negro; esencialmente, a través de reconocer o definir alguna división, alguna
alteridad. En el último siglo, «la diferencia ha tendido a concebirse de una de estas dos maneras: o bien se ha interpretado como comparativa, una diferencia externa entre entidades completas que puede medirse o representarse según un tercer término o término extrínseco», explica Elizabeth Grosz, «como una métrica que determina relaciones de más o menos, y también se ha entendido como constitutiva, una relación interna de los términos que los estructura según su relación negativa con otros términos».
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Nos encantó la ubicación y el hecho de que la habitación fuera tan tranquila. A pesar de que teníamos vistas a la cafetería, no se oía el ruido de fuera. Personalmente encontré la cama un poco dura, pero mi marido no, así que eso es sólo una cuestión de preferencia. El personal era amable y te daba tiempo cuando tenías una pregunta o petición. El desayuno estaba bien. Estuvimos cuatro noches, pero si nos hubiéramos quedado más tiempo, el desayuno nos habría parecido muy limitado. El hotel era bastante caro para ser de cuatro estrellas. Lo que más me impresionó fue lo limpia que estaba la habitación. Se podían ver las marcas de la aspiradora en la alfombra (y lo hacían todos los días), no había polvo. Estuve muy satisfecho con la limpieza.
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No sin ironía, diversas intenciones confluyen en la conversión de un antiguo aserradero de Serrería Belga en el Medialab-Prado.Una convivencia surge de la esquizofrenia institucional. Mientras el ‘Paseo del Arte’ se convertía en el estandarte del Ayuntamiento de Madrid para atraer a los turistas del mundo, se convocaba un concurso de arquitectura para una institución que promoviera debates profundamente críticos con este modelo. Medialab, en oposición al modelo tradicional de exposiciones, promueve la producción como proceso permeable y la conversión del espectador en participante.’La Serrería’ frente a ‘La Cosa’ es otra convivencia. La Serrería Belga, construida a partir de los años 20 por Manuel Álvarez Naya, fue uno de los primeros edificios de hormigón armado de la capital. La Cosa» se refiere a las instalaciones y elementos de comunicación que adaptan el complejo a su nuevo uso: una estructura ligera y articulada con un aire pretecnológico que, infiltrada en el edificio, permite su transformación. Otras estrategias aplicadas son la apropiación del antiguo edificio no sólo como narración histórica, sino también como contenedor de fuentes de energía latentes; el tratamiento homogéneo de las soluciones materiales y la distribución uniforme de las instalaciones; y la creación de reversibilidad a través de sistemas ligeros plegables y el uso de materiales duraderos y modificables.