Retrato de carlos v sentado

V tiziano

El retrato tiene en parte su impacto por su franqueza y su sensación de poder contenido: la fuerza del caballo parece apenas controlada, y la brillante armadura de Carlos y los rojos profundos de la pintura recuerdan la batalla y el heroísmo. Según Hugh Trevor-Roper, «no se alegra de su victoria. Se muestra estable, controlado, pensativo, pero sereno»[1] Tiziano registró todos los elementos del primer plano -el caballo, su caparazón y la armadura del jinete- a partir de los utilizados en la batalla real. Tanto la armadura como los arneses se conservan en la Real Armería de Madrid[2]. Estuvo en la colección real española hasta que se trasladó al Museo del Prado en 1827.

El retrato fue encargado por la hermana de Carlos, María de Austria, reina de Hungría, y Carlos especificó cómo deseaba ser presentado[3] El emperador era muy consciente de la importancia del retrato para determinar cómo era visto por los demás, y apreciaba no sólo la maestría de Tiziano como pintor, sino también la manera en que el artista lo presentaba como gobernante[4].

Carlos v en la batalla de mühlberg

El retrato tiene en parte su impacto por su franqueza y su sensación de poder contenido: la fuerza del caballo parece apenas controlada, y la brillante armadura de Carlos y los rojos profundos de la pintura recuerdan la batalla y el heroísmo. Según Hugh Trevor-Roper, «no se alegra de su victoria. Se muestra estable, controlado, pensativo, pero sereno»[1] Tiziano registró todos los elementos del primer plano -el caballo, su caparazón y la armadura del jinete- a partir de los utilizados en la batalla real. Tanto la armadura como los arneses se conservan en la Real Armería de Madrid[2]. Estuvo en la colección real española hasta que se trasladó al Museo del Prado en 1827.

El retrato fue encargado por la hermana de Carlos, María de Austria, reina de Hungría, y Carlos especificó cómo deseaba ser presentado[3] El emperador era muy consciente de la importancia del retrato para determinar cómo era visto por los demás, y apreciaba no sólo la maestría de Tiziano como pintor, sino también la manera en que el artista lo presentaba como gobernante[4].

Procesión de los reyes magos de gozzoli

El Retrato de Carlos V es un retrato al óleo sobre lienzo de Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, pintado en 1548. Al igual que el Retrato ecuestre de Carlos V, fue encargado por Carlos durante la estancia de Tiziano en la corte imperial de Augsburgo. Actualmente se encuentra en la Alte Pinakothek de Múnich.

Muestra a Carlos V sentado en una silla a la izquierda, de cara al espectador, con sus ropas negras que contrastan con la alfombra roja y el tapiz dorado detrás de él. En la mitad derecha del cuadro hay un paisaje, apenas esbozado, en colores claros. Es posible que Lambert Sustris haya pintado el paisaje, y posiblemente incluso todo el cuadro en Múnich; es posible que exista una versión primordial perdida de Tiziano.

En su libro de 2014 World Order, Henry Kissinger escribe sobre el cuadro: «El esfuerzo por cumplir sus aspiraciones inherentes a su cargo estaba más allá de las capacidades de un solo individuo». Un inquietante retrato de Tiziano de 1548 en la Alte Pinakothek de Múnich revela el tormento de una eminencia que no puede alcanzar la plenitud espiritual ni manipular las, para él, secundarias palancas del gobierno hegemónico»[1].

Rubens charles v

El retrato tiene en parte su impacto por su franqueza y su sensación de poder contenido: la fuerza del caballo parece apenas controlada, y la brillante armadura de Carlos y los rojos profundos del cuadro recuerdan la batalla y el heroísmo. Según Hugh Trevor-Roper, «no se alegra de su victoria. Se muestra estable, controlado, pensativo, pero sereno»[1] Tiziano registró todos los elementos del primer plano -el caballo, su caparazón y la armadura del jinete- a partir de los utilizados en la batalla real. Tanto la armadura como los arneses se conservan en la Real Armería de Madrid[2]. Estuvo en la colección real española hasta que se trasladó al Museo del Prado en 1827.

El retrato fue encargado por la hermana de Carlos, María de Austria, reina de Hungría, y Carlos especificó cómo deseaba ser presentado[3] El emperador era muy consciente de la importancia del retrato para determinar cómo era visto por los demás, y apreciaba no sólo la maestría de Tiziano como pintor, sino también la manera en que el artista lo presentaba como gobernante[4].